¿Cómo diferenciar el CAPRICHO del DESEO?

Cuántas veces nos encaprichamos con un objeto... ¡quiero esto! ¡quiero esto! como si fuéramos chiquitos zapateando frente a mamá. Y si no hay talla para nosotros o nos queda horrible, nos enojamos y entramos en una nube negra. Fijarnos en esa ilusión de lo mucho que me gustaba y frustrarnos porque la realidad supera negativamente a mi ficción es de un gran infantilismo.
Si nos llevamos mal con alguien en la vida real y eso no condice con lo ideal que es esa persona en nuestros pensamientos o en el fuerte anhelo de amor del corazón, también es capricho.
El capricho nos obsesiona. Nos seca como una flor marchita. En cambio el deseo nos vitaliza, hace que nos corra la sangre en las venas. Esa es la gran diferencia.
Entonces, la próxima vez que algo se fije en el medio de tu mente como una estrella que te da el norte o una persona se acune en el centro de tu médula ¡sentite!. Si vincularte con eso, si vivir el proceso de concretar lo que querés te llena de optimismo y de ganas de vivir es DESEO. Y si te oscurece el ánimo y te convertis en un obseso... ¡es CAPRICHO!
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