Y la ganadora del Primer Concurso de Cuento de El Mundo del Tarot es.... ELENA CHIARANTE!!!

Luego de una larga lectura que a todos los jurados (el escritor Pablo Morán, el artista plástico taromant Jade Escobar y yo) nos pareció deliciosa, llegamos a definir 6 finalistas.
Las que siguen, palabras de Pablo Morán:
"Y loooos finaliiistas soooooooonnnnnn!!!! chan chan......
Guille Chilet Cuento: La creación del hombre - Un relato mítico y proverbial
Rubio Ábrego Paulina Alejandra: Cuenot: Estrella de madrugada - Bonito cuento de amores incomprendidos.
Patricia Adriana Elabos: Cuento: La dama de Bollini - Un misterioso cuento de Buenos A...ires
Germán Sánchez: Cuento: Tenemos oyente en línea - Sobre las vivencias de un tarotista
Alida Tarot: Cuento: Viajo en mí - Un cuento por donde transita el erotismo de una mujer sola.
Elena Chiarante: Cuento: Tarot - Tierna y apasionante historia romántica".
Entre estos textos surgió el ganador del concurso que se dió a conocer el pasado domingo 4 de marzo en el Primer Encuentro Taromant del 2012 en Inboccalupo Teatro. Evento en el cual también presentamos frente a la comunidad taromante el show que creamos con Jade Escobar: EL MAGO, LA FUERZA Y LOS DOCE SIGNOS. 
Lean entonces con atención esta preciosura: "TAROT", de Elena Chiarante:
Le dio el mazo pidiéndole que lo mezclara, solo para prolongar un poco la charla, en un intento de retenerlo. Se había quedado sin palabras, aunque su mente tuviera todavía muchas cosas para decirle. Quería, no podía. Tanto discurso ensayado para darse cuenta que todo eso que tenía planeado decirle simplemente no le salía de los labios.El lo recibió, un poco indeciso. Se excuso que no sabia hacerlo, pero no era importante, solo quería ser complaciente, porque el mismo no sabia como actuar. Sentado a la mesa de la cocina, tratando de compaginar sus deseos y esas ganas que en ese momento tenia de quedarse allí, a pesar de que notaba que era el momento de irse, barajo las cartas un poco torpemente, porque no importaba la manera, quería alargar el momento. Lo hizo lentamente, quería darle importancia, aunque no creía en esas cosas.
Ella lo miraba anhelante. ¿Que cosas podría llegar a ver en esas cartas? ¿Seria tal vez algo que el le ocultaba? Buscaba un indicio, una señal que le indicara aquello que no podía decirle con palabras. Confiaba en los símbolos dibujados en los naipes, figuras que bailaban, conversaban entre si, se contaban historias. El pliegue de un velo, una mirada, todo configuraba un universo que le diría sin dudas aquello que ella no podía preguntar. Se acordó de esa tarde en que le había mostrado una a una las cartas, sentados en la alfombra del living, mientras las acomodaba en abanico. El amor, la duda, la constancia. Entusiasmada, señalaba con el dedo los pequeños detalles que aparecían. Esa es la Sacerdotisa, pasiva, poseedora de los misterios, ese era el Carro, con todo el impulso de la decisión tomada, de saber a donde ir. La suavidad de la estrella, la esperanza que le llenaba los cantaros que ella misma volvía a verter en el rio de la vida. La ominosidad de la muerte y el Diablo, con sus bajezas y tentaciones. Le hablo del frio de las espadas, cortando el aire, la fuerza del fuego en los bastos, las copas receptivas del amor.
Por fin, le devolvió el mazo. ¿Que sabría ahora? ¿Que leería en esos cartones? Seguramente nada que el no quisiera que supiese. Dudo, de todas maneras, había algo en los gestos de ella que lo hacían sentir inseguro, expuesto. Y su incredulidad le devolvió la seguridad que casi se le escapa. Imposible que solo 78 figuras pudieran contar toda una gama de acontecimientos, y mucho menos de emociones, ganas, proyectos. “Pamplinas” pensó, y se sintió el Sr Scrooge en Cuentos de Navidad. Nada podría sonsacarle, estaba al resguardo. Tembló de deseo al rozarle los dedos. Se le estaba yendo, como le gustaba esa piel.
La química era mutua, ella sintió el chispazo del roce. Ahora dudaba ella; ¿ realmente quería saber? ¿Si notaba su rechazo, su indiferencia? ¿Si una espada cortaba su aire, su espacio para alejarla de el? ¿Aceptaría la Rueda de la Fortuna, el cuatro de copas?
Se decidió por sacar tres cartas, estaba tan nerviosa que a penas podría con ellas; tranquila, era solo un intento, se dijo.
Dio vuelta la primera: Rey de Bastos.
-Ese sos vos, apasionado, impetuoso, un rey trabajador que sabe donde va.- que más, algo más debería decirle, pero no pudo. Trato de inventar, estirar el concepto. – Vas decidido a buscar lo tuyo.
Dio vuelta la segunda carta: el presente. Se sorprendió al verla, porque nada podía marcarle la situación de mejor manera: la torre, invertida. Sonrió.
-Algo termina acá, cae por su peso, no se sostiene más. Vos no queres que se termine, por eso esta invertida. ¿Ves los hombrecitos que saltaron por las ventanas? Dada vuelta parece que caminaran, que no supieran que su mundo se derrumbo y salen haciendo morisquetas. Hasta parecen alegres.
Ahora el estaba sorprendido. Giro su cabeza para observarla mejor. No parecía que le estaba mintiendo, ella  miraba fijamente las figuras señalándole ínfimos detalles del dibujo. ¿Como lo hacia? No, no quería que se terminara, le gustaba sentirla cerca, alzarla  entre sus brazos, hacerla reír. ¿Como hacer para convencerla? ¿Como lograr que no se derrumbara la torre en la que los dos se encerraban para que los proteja y aleje del resto?
Toco la carta, con la yema de los dedos, como si tocándola fuera a contestarle sus preguntas; buscándole un pequeño relieve buscaba una respuesta. Imposible, era solo un juego de vecinas aburridas, oteando el destino en la mesa de la cocina, aunque se vio a si mismo cayendo sin asidero por la ventana en llamas, gritando, suplicando. Eran dos los personajes, lamentándose, separándose, tratando de aferrarse a algo.
-Y esta…- dijo ella mostrando la ultima- Mira vos, el siete de espadas, la astucia. Pero esta invertida, también.
-O sea que yo, astucia cero- interrumpió el.
-¿Ves al hombre robándose las espadas? Deja a los demás sin armas, sin argumentos, un poco se ríe orgulloso de su picardía, pero esta ahí, dado vuelta, todo patas arriba. Es el el que se queda sin palabras, su astucia se le vino en contra: esta carta al revés indica que hace falta hablar. Es la carta de la comunicación.
Tenía su dedo índice sobre las manos de la figura. Miro a su compañero, fugazmente, ella también estaba comprendiendo lo que el soldado le marcaba a gritos. Aun así, no sabia que decir. Miro por la ventana, el sol se adivinaba a penas en los últimos reflejos de la tarde. Entonces el hizo que le devolviera la mirada sosteniéndola del brazo, y así, bajando su mano hasta la de ella, sonriendo le pidió:
-¿Hablamos?


Nota: Esta publicación se hace con expresa autorización de la autora. Todos los derechos de reproducción parcial o total pertenecen a Elena Chiarante.

 

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